Por: Carlos A. Anderson
Economista, presidente del Instituto del Futuro
La política es un pandemonio. Una vez más, quienes nos gobiernan y quienes supuestamente nos representan, demuestran la pequeñez de su espíritu, y la mezquindad de sus motivos, jugando con nuestros temores y expectativas como quien mueve piezas de un ajedrez maldito.
Poco les interesa que vivamos en pie de guerra contra el virus, agradeciendo a Dios por la bondad de un nuevo día, aunque este nos traiga cada vez mayores carencias e incertidumbre. Para nuestros políticos, la pandemia es apenas un punto de referencia y una mascarilla que usan intermitentemente para ocultar sus verdaderas intenciones.
El pandemonio político en tiempos de pandemia nos recuerda una vez más la ausencia de líderes políticos y líderes morales, alguien a quien admirar por sus cualidades personales de bonhomie, honestidad y sencillez.
Alguien que nos abrace y nos recuerde que “la mayor gloria no es caer, sino levantarse siempre” (Nelson Mandela), y que nos inste a reconocer que “las cometas se elevan más altas contra el viento, no a favor de él” (Winston Churchill). Porque los tiempos rudos no son para siempre y porque la patria enorme que es el Perú ha salido airosa siempre.
Por eso, solo nos queda imbuirnos del espíritu patriótico de quienes con su ejemplo supieron darnos alientos en los momentos más aciagos de nuestra historia y repetir al unísono con Aristóteles que “Es durante nuestros momentos más oscuros que debemos enfocarnos para ver la luz”.