Diversos especialistas indagan, desde distintos campos, los posibles motivos e implicancias del desacato al distanciamiento social en todos los sectores
Desde que el Gobierno peruano decretó el Estado de Emergencia a nivel nacional, el pasado 16 de marzo, al menos 321 reuniones clandestinas fueron intervenidas por operativos policiales en Lima Metropolitana, así lo informó el último miércoles el jefe de la Región Policial de Lima, Jorge Caya Medina.
De este número, los distritos con mayor frecuencia de encuentros sociales fueron San Juan de Miraflores, Villa El Salvador, Villa María del Triunfo, San Juan de Lurigancho, Manchay, Huaycán, Comas, Independencia y Los Olivos. Este último, escenario de un trágico evento que cobró la vida de 13 personas durante una intervención policial que está en investigación.
Además de la necesidad de investigar y encontrar las responsabilidades respecto a los trágicos sucesos ocurridos, se hace pertinente analizar y profundizar en el por qué de la constante desobediencia a la norma que, de alguna forma, intenta reducir las consecuencias letales de la pandemia por el COVID-19. Esto, de acuerdo los especialistas consultados, procurará tomar medidas integrales que garanticen una política más adecuada y efectiva.
Desenredar la madeja
El sociólogo Carlos Sandoval sostiene que no se puede apelar a un comportamiento del “peruano”, ya que la identidad del mismo es muy diversa. “La actitud de una persona de las zonas urbanas es distinta a la actitud de una personas de las zonas rurales. Incluso en las zonas urbanas es distinta entre el ‘clasemediero’ estable, con un trabajo, y el subempleado, que no está integrado en el sistema económico”, apunta.
Partiendo de esa premisa, Sandoval indica que al no tener nuestro país una estructura económica y social que integre a la masa de trabajadores, la mayoría busca su propia sobrevivencia. “La sobrevivencia individual genera esta característica de no entender lo que es un parámetro de conducta de respeto hacia el otro. El grupo que generaría problemas en el sector urbano, sería lo que califican como ‘lumpen’, no son exactamente delincuentes porque no han cometido el delito como tal pero tienen actitudes relacionadas con ellos”, señala.
Agrega, además, que este tipo de comportamiento también se suscitan en otros sectores de la zona urbana, sin embargo la lógica sobre la que determinan sus acciones son distintas. “Hay sectores económicos para los que la ley no existe. Se sienten con la libertad de poder hacer ese tipo de acciones porque creen que no van a tener la vigilancia o castigo debido y, si se enferman, tienen la condición económica para ir a una clínica y tener los elementos a su disposición. En cambio en el otro sector, es más una cuestión de ligereza respecto a cómo ven su vida. La muerte es tan cotidiana que no le tienen miedo”, indica Sandoval.
Por otro lado, el sociólogo Jerjes Loayza hace énfasis en las consecuencias negativas que una cuarentena puede acarrear a la salud del ser humano. “Va en contra de un principio importantísimo para el desarrollo psíquico motor. La socialización, más aún en los jóvenes o en personas con una serie de problemas de salud mental, tiene una importancia vital en su desarrollo orgánico”, mencionó.
“Todo va acompañado a un entorno social, no solo de acompañamiento, que condiciona y crea el desarrollo de la propia inteligencia. ‘Yo puedo crear mi mundo simbólico en la medida que puedo compartirlo’. La construcción de la sociedad va de afuera hacia dentro, no va del individuo hacia la sociedad. Cuando tú cortas este vínculo hay concesiones no solo en lo mental sino en la salud orgánica”, aseguró Loayza.
La psicóloga Elizabeth Pinedo, por su parte, subraya el papel relevante del inconsciente de los sujetos al momento de realizar cualquier tipo de acciones. “La gente quiere libertad, quiere salir a donde realmente le gustaría estar, pero muchas veces esa forma es imprudente para su vida, mente y cuerpo, eso hace que en las personas, inconscientemente, se genere un conflicto. Lo que tenemos grabado en nuestra psique muchas veces nos comanda y no somos conscientes del peligro, que puedes perder tu vida o puedes dejar en abandono a tus hijos”, explicó.
En otro momento, indicó que estamos regresando a las etapas básicas de la evolución del ser humano, sustentando solo necesidades básicas como respirar, comer y subsistir. “Incluye la parte de supervivencia y la parte emocional, esas dos capas instintivas, la tercera, en cambio, es la del movimiento: la de la mente. Esta es la que no hemos aprendido a conocer o a gestionar. La mayoría de seres humanos, principalmente en Perú, no sabe cómo gestionar sus emociones, desconoce cómo funciona su mente y no puede controlarla, por lo que no sabe relacionarse correctamente. La emoción que maneja esa etapa es matar o morir: o yo salgo de este encierro o me muero”, dijo Pinedo.
Nueva normalidad
El Ejecutivo viene promoviendo distintos comportamientos de lo que denomina la ‘nueva normalidad’, esta incluye el uso obligatorio de mascarilla, el distanciamiento social y la higiene en general. Prohíbe también todo tipo de reuniones sociales y aglomeraciones públicas. Con estas medidas el gobierno intenta detener la tasa de mortalidad que, hasta el momento, suma 28,788 fallecidos, según datos del Ministerio de Salud (Minsa). Para Loayza esta ‘nueva normalidad’ no sería viable.
“Entre las características que mueven al Perú está el capital social, este implica la reunión, colaboración y solidaridad entre diferentes miembros, en la medida que haya aproximación y cercanía. Nosotros tenemos poco desarrollo virtual, ya que muy pocas personas tienen acceso a internet, entonces no tenemos la posibilidad de conectarnos con otros y construir ese capital social”, señaló.
Sin embargo, Loayza aseguró que pese a no ser viable, no significa que no sea necesario. “Hay que tratar de estudiar y analizar posibilidades de acuerdo a los círculos particulares. La noción Estado-Nación tiende a uniformizar a la población como una sola cosa, y se tendría que trabajar con científicos sociales para que se pueda generar esa sistematización de la población”, propuso.
“Muchas de las cosas que hacen y que nosotros vemos superficiales o irresponsables para ellos resultan vitales. Empieza primero entender por qué hacen lo que hacen, no lo hacen porque sean ignorantes o irresponsables únicamente, son seres humanos pensantes. Equilibran sus intereses frente a sus necesidades y costos, hay un elemento afectivo muy fuerte, si analizamos eso podremos tratar de explicas estos comportamientos”, dijo Loayza.
Mientras que Sandoval indica que, introducir parámetros de protección superior o ideales como “construyamos un mejor país” o “cuidémonos todos” es complicado. “Tendría que hacerse un cambio desde la educación y generar condiciones materiales para las personas. ¿Por qué el Estado me dice que hay que protegernos sino tengo ninguna condición material para sobrevivir?, ¿Qué me está diciendo el Estado que haga?”, cuestiona.
Reitera, además, que para una persona con vulnerabilidad económica, la idea de protección es bastante ligera. “Si igual voy a morir, entonces voy a morir feliz, arriesgarme para ver qué pasa. Y en el otro sector (‘alto’), pues tengo dinero y si me enfermo total me van a curar. Hay ligereza en ambos sectores”, aseveró Sandoval.
Por su parte, Pinedo indicó que si antes del confinamiento y aislamiento social, las personas tenían un estilo de vida libre, ahora se está caminando hacia la otra polaridad, lo que puede acarrear consecuencia psicológicas. “Estás en una situación que implica estar en casa y mirar tu propio entorno, y lo que has evadido por mucho tiempo ahora no sabes cómo afrontarlo. De alguna manera también quieres evadir eso”, indicó.
Hacia un horizonte común
Para Sandoval el camino a solucionar esta problemática se sustenta en un aspecto político. “En general la política peruana no tiene ideales porque tampoco el ciudadano los tiene. La política es la única que introduce un ideal de país, porque fuera de ella los ideales son personales o familiares. ¿Y por qué no tenemos ideales de país?, porque no tenemos una concepción política”, afirmó.
En otro momento, resaltó lo transcendente de la ‘fuerte politización’ y los ‘ideales’ que guiaron a los ciudadanos en las década de los setenta y cincuenta, donde muchos estudiantes y trabajadores tenían impregnados el ideal de contribuir para su país desde su propia formación o trabajo. “Si yo le quito a la población la idea de política, quito un aspecto importante de organización, participación y fiscalización, eso contribuye a que “sectores de poder” puedan trabajar fácilmente”, aseveró.
“Esto va más allá del ámbito de las leyes, corresponde a la propia acción de los ciudadanos. El sentido de la política es construir ciudadanos que tengan conciencia para ellos mismos tener un proyecto como país. Se ha perdido esa lógica por una cuestión mercantil”, agregó.
Por su parte, Jerjes Loayza hizo una crítica respecto al mensaje de “culpar a la gente” por las consecuencias negativas que pudo traer el confinamiento social. “Eso como si se estuviera tratando de personas que no piensan u opinan, simplemente que actúan por costo beneficio. La gente no actúa por eso, la gente actúa por otros elementos emocionales y psicoafectivos”, aseguró.
Además, mencionó que si bien el camino es complicado y complejo, se hace necesario que las autoridades trabajen con la asesoría de científicos sociales. “Hay que crear una infraestructura especial para que los diferentes grupos de personas puedan tener un desarrollo básico y mínimo en espacios abiertos, tener facilitadores para que eso suceda, además del tema educativo para que esto se entienda. No solo prohibir, multar o encerrar, sino dialogar, conversar y disponer una serie de espacios para esto”, explicó.
“En el tiempo del cólera, el gobierno de Fujimori le echaba la culpa a la gente: ‘el cólera era culpa de la gente sucia’ era el mensaje. La gente nunca se incorporó en la solución, la gente siempre fue el enemigo y estamos repitiendo ese error”, recordó.
Pinedo indicó que si bien el gobierno puede establecer un sinnúmero de normas propias de sus atribuciones, esto no garantiza que vayan a ser acatadas por los ciudadanos con naturalidad. “El ser humano tiende a romper reglas. La que pone reglas es la ‘parte física’, mientras que la parte del instinto no conoce de estas. Por lo que, para el ser humano es un conflicto obedecer reglas”, aseguró.
En esa línea, Pinedo sugiere que es a través de un proceso de introspección y toma de conciencia del mismo sujeto, que este puede conocer su naturaleza de ‘ser’ para aceptar por decisión propia estas medidas y cambios. Asegura que este es el camino más viable para tal efecto. “La mente siempre busca culpables, siempre va estar en el pasado de una vida libre y en un futuro que va a ser del sujeto. Pocas son las personas que están en consciencia y en presente”, puntualiza.