Peligroso químico se promociona como tratamiento para el coronavirus, pero expertos advierten de efectos adversos mortales
El incremento de infectados por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 y la falta de camas en hospitales viene atemorizando a los peruanos. Tanto, que muchos buscan pastillas que hayan tenido alguna efectividad, recetas caseras o, lo más peligroso, “tratamientos” que en internet aseguran curar el Covid-19.
Uno de ellos, y que en los últimos días ha cobrado más fuerza, es el uso del dióxido de cloro, también conocido como “Suplemento Mineral Milagroso” (MMS por sus siglas en inglés), promocionado en redes sociales como un remedio para muchas afecciones y enfermedades.
Pero, ¿qué es el dióxido de cloro?
Se trata de una solución al 28% de clorito de sodio en agua destilada; es un gas considerado peligroso, que se usa como blanqueador y para descontaminar superficies industriales. En pocas palabras, es un desinfectante comercial semejante a la lejía o el cloro.
A pesar de esto, seudocientíficos -e incluso algunos médicos- vienen promocionando su uso como un tratamiento eficiente para el Covid-19, aunque hasta el momento ninguna institución sanitaria lo reconozca como un medicamento, ni exista una investigación científica o estudio con grupos de control que lo respalde.
Es más, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, en inglés) ha asegurado que “no hay ninguna evidencia científica que apoye su seguridad o eficacia, y presenta riesgos considerables a la salud de los pacientes”.
La FDA asegura haber recibido reportes de personas que luego de beber esta mezcla experimentaron efectos “adversos graves”, como insuficiencia respiratoria; insuficiencia hepática aguda; ritmos cardíacos anormales, potencialmente mortales; conteo bajo de células sanguíneas, debido a la rápida destrucción de los glóbulos rojos; baja presión arterial mortal causada por deshidratación; vómitos y diarreas severas, entre otros.
“A pesar de advertencias previas, a la FDA le preocupa que todavía estamos viendo productos de dióxido de cloro a la venta con afirmaciones engañosas de que son seguros y eficaces para el tratamiento de enfermedades, ahora incluyendo el Covid-19. La venta de estos productos puede poner en peligro la salud de una persona y retrasar el tratamiento médico apropiado,” aseguró el doctor en medicina Stephen M. Hahn, Comisionado de la FDA.
La FDA no es la única en advertir los peligros del dióxido de cloro, también conocido como CDS. El Comité Científico Nacional Covid-19 de Bolivia emitió un comunicado en el que advertía de la peligrosidad de usar el CDS como tratamiento contra el SARS-CoV-2, más aún cuando no existía ninguna publicación en revistas médicas científicas sobre sus efectos.
“Muchas organizaciones e instituciones competentes en Covid-19, reconocidas alrededor del mundo, sin intereses comerciales y de alta confiabilidad a lo largo de varias décadas (NIH, ESICM, SCCM, IDSA, FDA, MGH, HARVARD, WHO entre otros), no toman en cuenta, ni mencionan en ningún momento al dióxido de cloro asociado al tratamiento o prevención de Covid-19 en sus reportes, webinars, guías, y demás material académico–científico”, informaron.
Pero el dióxido de sodio no es nuevo. Hace años que es promocionado como una cura milagrosa de enfermedades tan disímiles como el sida, cáncer, diabetes, asma, hepatitis, malaria y hasta autismo. Algo que, ya en 2018, fue descartado por el Colegio Oficial de Médicos de Alicante (COMA) de España, que denominó al CDS como “un falso medicamento al que se atribuye propiedades curativas contra todo tipo de enfermedades”.
Cualquiera con un mínimo de conocimiento médico sabe que es imposible que una sola pastilla o tratamiento sea efectivo para tan diversas enfermedades. Y, el dióxido de cloro, ciertamente, no ha probado su eficacia en ninguna de ellas.
En redes, siempre se va a encontrar a seudocientíficos con curas milagrosas a enfermedades mortales. Estos se aprovechan de la desesperación de los pacientes y el poco acceso a la salud en varios países. Pero, en casos como este es mejor tener prudencia y no guiarse por supuestos testimonios sobre lo eficaz que es cierto “tratamiento”, si detrás de ello no hay una base científica que lo sustente.
Recuerde, la cura puede resultar más cara que la enfermedad.
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