Un viaje con el coronavirus

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Un viaje con el coronavirus

Por: Naty Pineda

Cuando el presidente Vizcarra anunció que iba a empezar una cuarentena, mi esposo, una de mis hijas y yo un día decidimos viajar desde Lima, donde vivimos, hacia Ancash. Como el gobierno dijo que solo serían por 15 días, dijimos: que sea unas vacaciones, aprovechemos y visitemos a mi mamá que tiene 99 años.

En ese momento, no pensamos que la cosa seria tan grave, así que tomamos nuestras maletas y nos fuimos rumbo a Huaraz. Días después de nuestra llegada se decretó el toque de queda y los casos fueron aumentando. Ya no pudimos estar con mi madre porque al ser una persona vulnerable por su edad, su enfermera nos prohibió visitarla, por precaución.

Como tengo varios hermanos en esta ciudad, ellos estuvieron felices de tenernos, estuvimos una temporada con cada uno de ellos. Aún en ese momento no pensamos que se iba a prolongar por mucho tiempo.

Terminó la primera quincena y estábamos listos para regresar a casa. Pero, para nuestra sorpresa, el presidente prolongó la cuarentena 15 días más porque el Covid-19 estaba cada ves más fuerte y empezaron a enfermarse muchas personas.

Al inicio, como estábamos con la familia, lo pasamos bien, pero mi esposo empezó a deprimirse porque estábamos lejos de casa y mi otra hija con mi nieta seguían en Lima. Fue peor cuando volvieron a prolongar la cuarentena por 15 días más.

Para entonces ya estábamos preocupados y con deseos de retornar, porque en Huaraz también la situación se estaba complicando, los contagios y muertos crecían y, aunque tomamos muchas precauciones y cuidados (porque mi esposo y yo tenemos más de 65 años), empezamos a tener verdadero miedo.

Así, pasaron tres meses sin poder retornar, lejos de mi hija y mi nieta, mi casa. Para empeorar todo mis inquilinos no estaban pagando ni un centavo de alquiler desde que viajamos, lo que nos dejaba sin ingresos y dependiendo del poco ahorro que teníamos. Los inquilinos, además, tampoco estaban pagando los recibos de luz y agua, estaban felices de no pagar nada y mis deudas crecían.

No podíamos seguir así, por lo que conversé con mi hermano e ideamos un plan. Él tiene una empresa que viaja constantemente de Lima a Huaraz y viceversa, así que mi esposo regresó primero con uno de los vehículos como si fuera un trabajador de esa empresa.

Mi hija y yo tuvimos que esperar otra oportunidad para poder retornar. Como éramos dos se nos hizo más difícil regresar, la movilidad era pequeña, no podíamos ocultarnos, y nos quedamos 15 días más, sin saber que hacer y cómo regresar, no habían muchas opciones.

Finalmente pudimos contactar con uno de mis sobrinos que traslada mercaderías a Lima. Esa era nuestra oportunidad. Mi sobrino nos facilitó un carnet de su empresa y así inició el viaje de vuelta.

Primero, el carro de la empresa nos trajo hasta Paramonga, de ahí tuvimos que cambiar a una camioneta hasta Huacho. Hasta allí pudimos llegar con mi sobrino. Luego tuvimos que tomar un colectivo que nos conduzca hasta Lima, aparentando que todos éramos familia.

Después de varias horas de un viaje infernal pudimos estar nuevamente en nuestra casa. Pude abrazar a mi hija y nieta, reencontrarme con mi esposo y tratar de poner orden la situación con los inquilinos que no estaban muy interesados en pagar porque “no podíamos botarlos”.

Ahora, seguimos en ‘modo cuarentena’ pero en nuestro hogar y con nuestra familia. Solo le pedimos a Dios, permita que se encuentre muy pronto la vacuna y así poder controlar este virus que tanto daño nos está causando y nos ha cambiado la vida.

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