Pica News entrevistó al internacionalista Miguel Ángel Rodríguez Mackay sobre los retos del naciente gobierno de izquierda
El domingo 19 de diciembre, Chile eligió a su nuevo presidente. Gabriel Boric, el hombre que dirigirá la nación del sur por cuatro años, es un joven abogado de 35 años militante de izquierda, quien, en 2011, lideró las intensas protestas estudiantiles que exigieron igualdad de oportunidades y mayor presupuesto al sector.
Bajos los ejes programáticos de la descentralización, feminismo, crisis climática y lo que él denomina un “sistema de trabajo digno”, el candidato de Apruebo Dignidad (55.87%) logró imponerse por más de diez puntos porcentuales al candidato de la derecha José Antonio Kast, del Partido Republicano (44.13%), quien levantaba las banderas de “orden y paz”.
A dos años del estallido social que convocó la redacción de una nueva Constitución en Chile, el país ha apostado por un candidato que no representa los partidos tradicionales y sintoniza con las demandas sociales exigidas. ¿Cuáles fueron los matices de la contienda electoral, qué estuvo y está en juego en Chile? El internacionalista Miguel Ángel Rodríguez Mackay analiza el escenario:
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-¿Cuáles fueron los clivajes en la campaña de segunda vuelta electoral en Chile?
El proceso electoral en Chile tuvo como contexto una convención constitucional que le ha servido de plataforma al candidato de la izquierda, Gabriel Boric. La fuerza de una pandemia y las protestas que hubo en el país en los últimos dos años jugaron a favor. Su juventud también ha sido otro elemento cualitativo, la vorágine de sus formatos personales, de avidez que nos hace recordar al Alan García de los ochenta, también ha coadyuvado. Además, es fácil implicar como discurso la pobreza, la mitigación y las imputaciones a quienes han estado en el poder.
Para Gabriel Boric, un líder estudiantil conocido por salir a las calles, ha sido muy fácil alcanzar un resultado frente al desgaste de una derecha con el presidente Piñeira, que no ayudó nada al candidato de la derecha, José Antonio Kast, quien no tenía tampoco los reflejos para enfrentarlo. Esta suerte de parsimonia por parte del candidato de la derecha.
Ha girado el discurso inclusivo de Boric, ecológico y con desdén hacia lo que sido la derecha con la figura de Augusto Pinochet. Ha sabido capitalizar el desprecio en el marco de un país dividido, lo que le ha permitido 11 puntos de diferencia en los resultados. Ahí nos damos cuenta de que Chile no quería nada con el visible rostro histórico de la derecha que era Augusto Pinochet, y los temores que continúen sin la redistribución de la riqueza. Ese conjunto de cosas para un candidato nobel que coge el micro y empieza a hablar de la reivindicación social ha sido muy fácil.
-Boric quedó segundo en la primera vuelta y no es usual que quien se ubica en esa posición llegue a la presidencia, ¿cuáles fueron los movimientos que le permitieron el triunfo?
Camino a la segunda vuelta, viró un poco al centro y evitó los radicalismo para que se contuviera el miedo que había señalado como uno de los baluarte de la derecha. Entonces, poniéndose un poco al centro y llamando a la retórica del consenso, aun cuando tenía alianzas de los comunistas -también distanciándose un poco de ellos-, logró conseguir que ese centro chileno que estaba dubitante termine apostando por él. Es decir, jugó al medio y le dio resultados.
-¿Cuáles son los principales retos que enfrenta, teniendo en cuenta su agenda de reivindicaciones sociales, sus aliados (partido comunista y demócrata cristiano), y la nueva Constitución?
Lo primero que tiene por delante es dar resultados al discurso que ha proclamado porque normalmente los candidatos son unos y cuando son presidentes son otros. Ahí tiene una hipoteca con el discurso que ha hecho, un discurso en la primera vuelta muy fuerte. Los comunistas serán los primeros en medir su identificación con el discurso inicial. En segundo lugar, está el hecho mismo de una Constitución, con una izquierda que la domina en su redacción, y con un Congreso que también va a dominar. Él sabe que la concertación socialista no dejó al país en el abismo, cuidado que él lo haga. Tendrá que buscar sinergias para contener cualquier situación que desemboque en anarquía y desorden, como los tiempos de [Salvador] Allende.
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En tercer lugar, él no será un presidente de la izquierda, sino de todos los chilenos. Hay expectativa de la derecha y está llamado a crear estabilidad, recuerden que hubo un desplome financiero de la bolsa en Santiago. Tendrá que buscar un equilibrio para que eso no siga pasando. El discurso hacía afuera es una cosa y otra será cuando el 11 de marzo asuma la conducción del país, Chile no es cualquier país, es uno que ha venido bregando los últimos años y que, con una economía social de mercado, puede tranquilamente caminar. Gabriel Boric tiene el reto de que el modelo no quede completamente distorsionado porque eso sí puede cambiar cualitativamente el propio futuro de los chilenos.
-¿Cómo queda el espectro política izquierda-derecha en la región?
Deberíamos mirar con calma el que la izquierda vuelta. No es una regla pero la ciclicidad se da. Y no es una regla porque mira el caso de Ecuador con Guillermo Lasso, que es un gobierno de derecha, o Uruguay, con un gobierno de centro derecha conservador. No es una regla pero la vorágine de la ciclicidad de las relaciones internacionales se está cumpliendo.
En algún momento la región tuvo presidente de derecha como [Mauricio] Macri, [Sebastián] Piñeira, Lenin moreno, [Jair] Bolsonaro, Pedro Pablo Kuczynski, y en otro estuvo Lula [Da Silva], los Kichners, [Rafael] Correa, [Michelle] Bachelet, Evo Morales. Hay una ciclicidad que deberíamos ver con calma y no como un predominio de la izquierda como se viene diciendo. El poder es cíclico, no perpetuo y así debemos mirarlos.
-¿Cuáles son las peculiaridades y distancias de Gabriel Boric frente a otros liderazgos de izquierda en la región?
Es el presidente más joven de la historia de Chile y es le da un valor cualitativo distinto, no sabemos todavía si para bien o para mal. En segundo lugar, vamos a ver si su discurso es contestatario al siglo XXI le va a dar los resultados que requiere Chile. No todas las respuestas contestatarias en el mundo de la izquierda se aplican por igual. El caso chileno es diferente.
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Creo que Boric tendrá que asumir su nueva postura como presidente de los chilenos, olvidándose de las calles, del discurso duro cuando era diputado y volverse el estadista que los chilenos esperan de él. Recuerda la experiencia de [Salvador] Allende, los chilenos son una sociedad importante pero también algo impaciente. No todas las sociedades son iguales. Hay enorme expectativas sobre lo que va a hacer y seguramente sus primeros 100 días serán capitales para determinar los próximos cuatro años.
–¿Por qué al ganar la presidencia una propuesta de izquierda o centro izquierda se compara automáticamente con regímenes totalitarios como Venezuela?
Hay un temor que los países terminen como Venezuela, el trauma geopolítico con la mayor diáspora de su población, cerca de seis millones, a cualquiera produce temores. Por esa razón hay muchos recelos de que pueda terminar como el gobierno de Venezuela. [Sin embargo] Los últimos indicadores de Boric cuando ha intentado alejarse de Venezuela o Nicaragua podrían decirnos que sería una izquierda distinta. Vamos a verlo en el terreno.
Si sería interesante que la izquierda chilena podría mostrar la madurez que vemos en otros países, por ejemplo en Europa. La izquierda europea y el socialismo europeo son distintos. América Latina y sus izquierdas deberían comportarse como la izquierda del siglo XXI, lejos de las dialécticas hegelianas de la lucha de clases y más bien pensando en una economía social de mercado con estado de bienestar que es lo que la gente finalmente quiere.