Por: César Ortiz Anderson
Especialista en Seguridad Ciudadana y presidente de Aprosec
Ha sido un debate pobre en términos de ideas y propuestas, teniendo en cuenta el momento histórico en el que se encuentra un Perú inmerso en la peor crisis social de su historia a causa del coronavirus ad portas de celebrar el bicentenario.
No se dijo nada nuevo, no hubo rectificaciones ni se hicieron correcciones ni mucho menos intentos de acercamientos al rival político. Se repitieron las mismas promesas demagógicas, en economía, educación, salud, derechos humanos, corrupción, pero como siempre sucede en el país, se trata sólo de palabras.
El debate de Arequipa no debió tocar temas técnicos, debió afrontar el problema político al que se enfrenta el Perú: La polarización y la violencia. Estamos en un país donde el 13% es analfabeta y un alto porcentaje de la población es semi-analfabeta y está más preocupada en tener con qué alimentarse en medio de esta crisis originada por la pandemia.
Así, dos temas estuvieron ausentes en el debate y que resultan fundamentales para la gobernabilidad, la predictibilidad y la estabilidad del Perú, ninguno de los dos candidatos mencionó nada respecto a la peligrosa polarización y violencia política que se nos aproxima.
El segundo tema ausente fue respecto a la seguridad ciudadana, salvo Keiko Fujimori en el último minuto cuando propone la elaboración de un mapa del delito y acercar la Policía Nacional a la ciudadanía.
Lo que se puede destacar es que ninguno de los candidatos se mostró agresivo durante el debate, tampoco recurrieron a propuestas radicales ni ofensivas a la ideología de su contrincante. A pesar que no recurrieron al extremismo ni a la radicalidad ideológica, la polarización política de la sociedad peruana ya se mueve con inercia y es poco probable que democráticamente pueda detenerse.
El Perú ya ha sido dividido en dos ideologías radicalmente opuestas: El neoliberalismo mal llamado “derecha” representado por Keiko Fujimori versus el anti-fujimorismo liderado por la izquierda radical sumado a los movimientos de reivindicación social, étnica, regional etc. representados por Pedro Castillo.
El 6 de junio, sea cual fuere el resultado, marcará el reinicio de una nueva etapa de violencia política en el país que se caracterizará por los enfrentamientos armados en el Vraem y otras zonas del territorio nacional con presencia del narco-terrorismo, así como también por las protestas sociales, marchas y manifestaciones públicas que se producirán cada vez con mayor frecuencia como lo que estamos viendo en Colombia.
En caso de ganar Keiko Fujimori, las protestas y manifestaciones públicas saldrán a las calles igual que lo hicieron en contra de Manuel Merino bajo los lemas de “fraude”, “golpe” o “no me representa”.
En caso de ganar Pedro Castillo, el dólar se dispara, se dispara la inflación y la especulación de alimentos y combustibles, sube el petróleo y la gasolina, en consecuencia tendremos paros de transportistas, bloqueo de carreteras, y el mismo escenario de convulsión social.
La situación del Perú y de la región no está para hacer experimentos ni maniobras peligrosas. Necesitamos certezas y seguridad, economía, empleo, trabajo, alimentación. Los capitales de la región están dispuestos a invertir en el Perú en caso gobierne Fujimori. Nos referimos a capitales chilenos, argentinos y colombianos en busca de un país con predictibilidad económica dónde invertir sus millones.
En caso contrario, los pocos capitales que aún permanecen fugarán en busca de mercados más seguros, terminando por configurar una realidad nacional muy similar a la de los años 80s, un país en asilamiento con especulación económica, inflación, aumento de los combustibles, acaparamiento de productos de primera necesidad; todo en medio de la pandemia, la crisis económica y la inestabilidad política.
Por estas razones mi voto, en las condiciones en las que vivimos, no puede ser por dudas sino por certezas. Mi voto “vigilante” a conciencia por el país será por Keiko Fujimori.
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