La protesta por la democracia que terminó con el asesinato de dos héroes

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Dos jóvenes fueron asesinados durante protesta contra Manuel Merino

Jack Pintado recibió 11 proyectiles en el rostro y a Inti Sotelo le dispararon directo al corazón con “proyectil de arma de fuego”

Inti Sotelo Camargo (24 años) y Jack Pintado Sánchez (22 años) son los nombres de los dos jóvenes asesinados por la Policía Nacional del Perú (PNP), durante una marcha que se realizaba en contra de Manuel Merino. Dos jóvenes promesas que se convirtieron en héroes, pero que dejaron un vacío en el corazón de sus familias.

Fue asesinato. No hay otra forma de llamarlo, a Jack Pintado le dispararon 11 veces en el rostro. El comunicado oficial menciona “múltiples orificios en rostro y cara (sic) por proyectil de arma de fuego”.

A Inti Sotelo le dispararon a quemarropa, directo al corazón. La propia PNP reconoció estas muertes y las formas en que se dio. “por proyectil de arma de fuego en el tórax, altura del corazón”, es el detalle del asesinato de este estudiante de turismo.

La madre de Inti salió a reclamar justicia por su hijo. La voz se quebró mientras gritaba con desesperación “me lo mataron”. Es imposible describir el dolor de esa madre, padre, hermano.

Pero, la represión y abuso policial no terminó con la muerte de estos dos héroes. Durante toda la noche y madrugada se siguieron reportando denuncias desde diferentes puntos del Centro de Lima.

Varias imágenes fueron compartidas en las que se veían a la policía disparando perdigones contra manifestantes desarmados y que, incluso, solo intentaban escapar para salvar sus vidas.

Uno de estos videos muestra a un grupo de brigadistas heridos tratando de huir de los bombas lacrimógenos y perdigones, cojeaban por lo que no podían ir muy rápido cuando, por la espalda y a mansalva, policías les dispararon por la espalda y los derribaron.

No fue el único caso. Varios jóvenes, estudiantes pedían ayuda por redes sociales, desesperados porque los efectivos policiales seguían acorralándolos, tirando bombas lacrimógenos que les impedían respirar, perdigones que los herían gravemente, o los golpeaban directamente para luego detenerlos arbitrariamente.

Toda la madrugada varios padres buscaban angustiados a sus hijos, publicaban sus nombres, sus fotos, iban a la morgue, a hospitales, comisarías, preguntaban a los amigos, a las redes, a las autoridades. No había respuesta.

Las cifras preliminares de esta masacre, hasta las 4:40 a.m. de este 15 de noviembre, fueron 112 heridos y 41 desaparecidos, de acuerdo con la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos.

Por más que padres, organizaciones, congresistas, periodistas, le pedían a la Policía Nacional mayor información, hasta el momento estos aún no reportan la lista, ubicación y estado de los detenidos.

Aquí puede ver la lista de nombres de las personas a las que aún no se puede localizar.

Cobarde emboscada
Los policías han querido negar lo innegable, justificando su accionar por la actitud de algunos revoltosos que se enfrentaron a ellos cuando la marcha llegó a Abancay.

Cierto es que algunos desadaptados buscaban el enfrentamiento con los efectivos, pero estos eran un pequeño grupo que no estuvo presente en toda la marcha, y que también se enfrentaron a los propios manifestantes que buscaban impedir que se genere violencia.

Cabe resaltar que entre este reducido grupo, habían algunos extranjeros cuyo único propósito era derribar las rejas que separaban a los manifestantes de la policía y que incluso llegaron a agredir a las personas que mantenían las rejas en su lugar para que no se desate el caos.

¿Qué hacían allí? ¿Alguien los envió? Hay mucho que investigar respecto a posibles infiltrados en la marcha de este sábado 14 de noviembre.

Lo que también es cierto es que la respuesta de la PNP fue brutal. No bastó con arrojar bombas lacrimógenas cual fiesta de Año Nuevo, ni las súplicas de cientos de jóvenes que se ahogaban y perdían el conocimiento por estas.

No, a esto, la policía sumó el uso de perdigones y, hasta se ha dicho, de armas de fuego. Disparando a diestra y siniestra, directo al cuerpo de los manifestantes. Los 11 proyectiles que recibió Jack Pintado son la mejor prueba de ello.

Y hubo más. Con dos muertos confirmados, un centenar de heridos, la represión policial continuó. Uno de estos abusos se pudo ver en vivo por los canales que aún transmitían desde el Centro de Lima.

Un grupo de personas llegó a Abancay con la bandera del Perú, buscaban llegar al Congreso para mostrar su tributo a los dos héroes que dejó esta protesta. Eran cerca 100 personas. Al frente habían menos de 10 policías custodiando la fachada del Parlamento.

Al ver su inferioridad numérica los dejaron pasar, incluso les dieron la mano y, amablemente, les pidieron que se sienten. Estos lo hicieron, les creyeron y se sentaron sobre la bandera frente al Legislativo.

No pasaron más que un par de minutos para que un contingente policial llegue al lugar y embosque a los ciudadanos. Los gasearon, golpearon y hasta dispararon perdigones. Fue una suerte que no hubieran nuevas muertes. Luego, acorralaron a algunos y los detuvieron sin dar explicaciones, sin justificar su accionar, actuando más como criminales que como defensores de la ley.

El abuso policial fue tal que, durante la madrugada, llegaron a agredir también a Percy Castillo, adjunto de la Defensoría del Pueblo, y a su equipo, cuando intentaban impedir que los efectivos sigan disparando perdigones a los manifestantes.

Pasada la medianoche se informaba de la posible renuncia del Gral. (r) Gastón Rodríguez al cargo de ministro del Interior. Cerca de las 3 de la madrugada de este domingo se confirmó.

Sin cabeza, sin responsable político, la Policía siguió persiguiendo a manifestantes como deseamos que persiguieran a verdaderos delincuentes. Los acorralaban, les disparaban, no les dejaban escapatoria. Solo casi al amanecer se fueron retirando.

El Perú amaneció enlutado con la muerte de estas dos promesas, dos héroes del bicentenario que salieron a defender la democracia en su país y fueron asesinados por quienes debían protegerlos.

Que sus muertes no queden impunes.

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