Por: Naty Pineda
Esta pandemia nos ha traído muchas y amargas experiencias en el ámbito de la salud, especialmente por nuestros seres queridos, a los que hemos perdido por falta de atención ya que no eran prioridad, fueron marginados.
Muchas veces llevé a mi padre a su consulta y regresábamos sin que lo vean porque no había atención. Muchas veces iba llorando y con miedo a que mi padre se contagie con COVID-19 o yo lleve a mi casa el virus y mi familia se contagie. La verdad no le deseo a nadie la vía crucis que pasamos para que solo en ciertas ocasiones, y a duras penas, consigamos una cita con su doctora.
La salud de mi padre se complicaba cada vez más y más. Según los médicos “solo” tenía cirrosis hepática alcohólica, por lo que no era prioridad. Ese diagnóstico se lo dieron hace un año atrás por tener el hígado graso, complicado con inestabilidad acumulado ascítico.
Su salud estaba muy complicada y en el hospital donde se trataba no había atención para los pacientes de ese tipo porqué estaba lleno de pacientes con coronavirus. Desde el inicio de la pandemia solo conseguíamos atención por emergencia para extraerle el liquido ascítico una vez al mes.
Muchas veces no lo atendían porque no era emergencia y mi padre se hinchaba cada vez más y por ese motivo iba empeorando su salud. Al final, como lo vieron muy mal nos dijeron que lo lleváramos por consultorio.
Mi papá tenía SIS, así que nos dijeron que debía renunciar e su SIS para poder atenderlo pagando por una consulta, pero eso implicaba cambiar su dirección y otra serie de trámites que iban a demorar mucho tiempo, más en plena cuarentena y sin atención directa.
Tenían que sacarle siete veces el líquido y ponerle vitaminas; pero, cosa misteriosa, esas vitaminas desaparecieron, ya no había en stock, ya no había para los pacientes, y las enfermeras solo nos decían que teníamos que presentar nuestras quejas en el ‘Libro de Reclamaciones’.
Con miedo a que mi padre se contagie de COVID-19, porque su defensa estaba muy baja, su segunda esposa regresaba con él cada semana esperando su atención. Gracias a Dios ninguno se contagió con coronavirus, pero para mala suerte a su médico le detectaron el virus y tuvo que internarse y estar en observación.
De tanto batallar con la enfermedad mi padre al final falleció. Con pocas oportunidades de seguir luchando por su tratamiento ya no pudimos hacer nada. Así como el mal de mi papá hay tantas enfermedades que han ido llevándose a muchos pacientes sin darles la oportunidad de luchar para ganar la batalla. Y es que, a raíz del COVID-19, ya no existieron más enfermedades en este país.
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